Saturday, March 21, 2009

UN DÍA DE NOVIEMBRE por Alfonso León Daza Vargas

Ella le preguntó por esos días si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo.
"Es verdad", le contestó él, "pero harás bien en no creerlo".

Gabriel García Márquez. Del amor y otros demonios.

Primero fueron la cordialidad interesada, la ternura calculadora, la búsqueda natural expresada en cortesías, el cuerpo o el alma o ambos - no se sabe - indagando, reconociendo y reclamando para sí, los pretextos acechantes, las coartadas pretendiendo casualidades y poco a poco o de mucho a más la necesidad devoradora de la compañía, un anhelo de su voz y de su ser que casi dolía, unas punzadas que sólo ella aliviaba o hacía peores, una capitulación que era una conquista.

Una noche bendita la cercanía de su piel y su intención fueron tangibles, un cantante desastroso y una canción horrenda pusieron la atmósfera para su hallazgo mutuo, unos dedos angélicos en su cuello escribieron señales entre su cabello y lo guiaron a su olor y hasta esos labios únicos donde aprendió que nadie era como ella y otras punzadas que sólo ella aliviaba o hacía peores durante tantos días a su lado creyendo con ceguera y más que los santos que dos pueden hacerse uno y que nadie, ni la vida, ni el mundo serían óbice midiendo la estrechez de su pecho para contener esas ansias, saboreando la congoja dulce de no verla, la inocente y sincera erupción de un juramento desde su cuerpo o su alma o ambos - no se sabe - mirándola como un ebrio: "Seré tuyo siempre".

No supo cuándo empezaron las intuiciones por señales no expresadas, la zozobra de los sueños viviendo su ausencia, verla a su lado y lejana, saber que se hacía inalcanzable después de haberse encontrado y perdido dentro de ella, la razón de la sinrazón, la desazón y una aflicción que no se explicaba, se dilataba, lo alienaba, la incerteza triste y cierta de lo inevitable aun con toda su fe.

Un día de noviembre - Leo Brouwer lo dice en guitarra - y con un gesto de impaciente retirada suspiró ella en cuatro palabras su desdén azotándole con ventisca todo su ser. La inanidad de sus balbuceos suplicantes los hizo absurdos y pueriles. ¿Quién sabe hablar si tiene el vientre deshecho? Con el alma descosida del cuerpo la miró deseando entregarle sus ojos que ya no iban a mirarla y todo el cuerpo o el alma o ambos - no se sabe - con los que ya no iba a saber qué hacer.

Y ella no iba a saber si él habría de cumplir su promesa.

Labels: , ,

1 Comments:

Blogger Julieta said...

This comment has been removed by the author.

4:23 PM

 

Post a Comment

<< Home